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Antes de nada, vamos a partir de un hecho. Cuándo damos una opinión sobre algo en presencia de otros, queremos tener razón y queremos dar una buena impresión.

Analicemos esto un momento. ¿Cómo sabemos que tenemos razón? para esto las personas acudimos a dos fuentes de información, nuestros sentidos y lo que dicen los demás. A lo largo de nuestra vida vamos aprendiendo a valorar estas dos fuentes de información y nuestra historia de aprendizaje nos va indicando a cuál de las dos le daremos más valor al apoyar nuestras opiniones.

[Tweet «¿Por qué aceptamos cosas que van en contra de nuestros intereses o de lo ética y moralmente correcto?»]

Pero es que además, aprendemos desde pequeños a interpretar la realidad física que nos muestran nuestros sentidos en base a la opinión de los que nos rodean (madres, padres, profesorado, amistades…), opiniones que también han sido moldeadas de la misma forma, dando como resultado que muchas veces nuestras opiniones sobre la realidad coinciden con las del entorno, ¡que casualidad! y eso nos proporciona una imagen estable y «coherente» de mi mismo y de mi ambiente… estoy adaptado, soy uno más del grupo, esa cálida sensación de pertenencia.

Una vez explicado esto, vamos a empezar con los palabros y nos metemos en harina.

Cuándo hablamos de Conformidad, nos ponemos en una situación en la que hay un conflicto entre lo que me dicen mis sentidos y lo que dicen los demás… si me conformo, si decido que los demás tienen razon y mis sentidos se equivocan, hablamos de conformidad y de influencia informativa… cedo ante la opinión de otros porque confío más en su juicio que en el mio.

Ejemplos de esto los tenemos a patadas, vemos imágenes desgarradoras de refugiados, gente muriendo en el mar, de frio… una realidad fisica que entra por nuestros sentidos, pero los políticos, medios de comunicación, etc, ponen el foco en otro sitio y la mayor parte de la opinión pública se conforma, es víctima de esa influencia informativa. Pensamos que nuestro político o periodista preferido tiene razón cuándo da su punto de vista y damos su opinión por buena sin cuestionar nada más, aunque vaya en contra de nuestros sentidos.

Hay otro tipo de Conformidad, la que surge de lo que llamamos influencia normativa. Esta se produce cuando, a pesar de no estar de acuerdo con lo que dice el grupo, cedemos. Los motivos son múltiples, pero no olvidemos que pese a quién pese, somos primates y por lo tanto animales sociales. Dependemos del grupo para muchas cosas, principalmente la supervivencia; un primate aislado del grupo muere, y ese miedo («respeto» le llaman algunos, que parece que nos da miedo decir miedo) nos acompaña toda la vida, el miedo a la soledad, a quedaros aislados, a que nadie nos acepte…

En fín, que la influencia normativa está detrás de la conformidad provocada por nuestro deseo de ser queridos o el miedo a ser rechazados. ¿Alguien se siente aludido? Un experimento muy elegante que demuestra como nos afecta la influencia normativa es el de Solomon Asch del que hablábamos en esta entrada del blog.

Si llevamos nuestro análisis un poco más allá, solo un poco, encontramos dos tipos de conformistas. Quién se conforma por el «qué dirán» y quién cambia su opinión realmente en función de lo que dicen los demás. En el primer caso tenemos una conformidad «pública» o sumisión pero que en privado sigue manteniendo su idea, y en el segundo una conformidad privada o conversión.

Toda la investigación que hay sobre este tema (Asch 1956, Endler 1965, Deutsch y Gerard 1955, Wilder 1977, Latane y Wolf 1981, Rose, Bearden y Teel 1992, Batra, Homer y Kahle 2001…) parece indicar que la influencia normativa (el querer encajar o no ser excluidos) es más importante que la influencia informativa.

[Tweet «La posibilidad de ser excluidos del grupo puede hacer que cambiemos de opinión»]

En política, publicidad, medios de comunicación… se utiliza habitualmente este conocimiento para provocar el cambio de actitudes en la población hacia posturas favorables a sus propios objetivos eliminando el pensamiento crítico individual.

Mensajes tipo «como todo el mundo sabe…», «La gente normal piensa/cree/sabe que…», «El sentido común dice…», «Lo sensato es…», «Lo que la gente quiere/piensa/sabe es…» hacen que nos planteemos a un nivel muy profundo (tanto que ni nos damos cuenta) que si no opinamos así, si pensamos diferente, somos una persona rara, marginal y por tanto, podemos quedar excluidos del grupo, provocando en nosotros ese cambio de opinión o conformidad de una forma en ocasiones muy sutil.

Prejucios, machismo, abuso, maltrato, indiferencia ante el dolor ajeno… Esto puede explicar por qué personas normales y corrientes nos conformamos y aceptamos cosas y situaciones en ocasiones increíbles y que van en contra de nuestros propios intereses o de lo que es ética y moralmente correcto.

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