¿Cuándo termina una terapia?

29 junio 2015 por Serenamente
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Felicidad¿Cuándo termina una terapia?. La respuesta parece obvia, cuando se ha solucionado el problema que llevó a la persona allí. Pero hay una pregunta que es más importante, ¿Como sabemos que el problema se ha solucionado?, ¿cuando los síntomas han desaparecido?, hay problemas, trastornos, enfermedades cuyos síntomas están latentes y no aparecen a simple vista, así que esa no parece una buena medida.

Hay una pregunta que responde mejor a todo esto: ¿cómo es la persona resultante tras la terapia?

Carl Rogers (si hay un fundador de la Psicología clínica, es él), decía en su libro “El proceso de convertirse en persona”, que, de forma general, se aprecian cuatro características en esta nueva persona.

1. Más abierta a la experiencia. Esta nueva persona es más consciente de la realidad que la rodea. Se libera del sesgo cognitivo que conocemos como “error fundamental de atribución” que, de forma simplificada, viene a decir que si los datos sensoriales que se reciben del entorno (visuales, auditivos…) contradicen las propias expectativas, visión del mundo y del sí mismo, se distorsionan para ajustarse a las creencias previas; dicho de otra forma, solo asimilamos la información que se ajusta a nuestra forma de ver el mundo y a nosotros mismos.

La persona que emerge de la terapia es más abierta a aceptar la experiencia y los datos y hechos como son, sin filtrar. Una actitud a todas luces más flexible y menos rígida o defensiva y, sobre todo, menos dolorosa para el individuo. Se tolera mejor la ambigüedad y la contradicción, propia y ajena.

2. Mayor confianza en el propio organismo. Poco a poco, se va dando cuenta que su organismo no está en su contra, que sus emociones, todas, están ahí para algo y no hace falta taparlas bajo toneladas de máscaras ni reprimirlas, ni que sean coherentes y que el tenerlas no nos hace más débiles.

Comprende que el escucharse le ayudará a ver las situaciones con mayor claridad y aclarar la propia conducta, ajustándola a sus sentimientos e impulsos (complejos y contradictorios), las exigencias sociales, deseos de otros…

Esto no asegura que se tomará la decisión correcta siempre, solo que la situación se evaluará de una forma más completa y, como esta persona está más abierta a la experiencia, le será más fácil corregir su conducta y su actitud.

3. El foco de la evaluación apunta hacia dentro.  ¿Dónde ponemos los juicios sobre nosotros y lo que nos sucede? ¿Son los otros los que nos juzgan y deciden si soy o no buena persona y merezco o no su cariño?

Esta nueva persona se hace responsable de lo que le sucede y de lo que hace, necesita menos la aprobación o reprobación de los demás y descubre que tiene la capacidad de elegir. En palabras de Rogers, descubre que la única pregunta importante es “¿Estoy viviendo de una manera que me satisface plenamente y que me expresa tal como soy?” en una palabra, AUTOESTIMA.

4. Somos un proceso, no una foto fija. Poco más que decir, aunque nada más importante. Pareciera que “tenemos que ser” algo, comportarnos “siempre” de acuerdo con esa idea y, además, saberlo desde muy temprano en la vida.

El descubrimiento de que somos un proceso sin completar y, aún así, sano, es liberador y estimulante. Una vez más, las palabras de Rogers son muy aclaratorias “Significa que me dejo llevar por mis experiencias, en una dirección que parece ser hacia adelante, hacia objetivos que apenas puedo discernir, mientras intento comprender al menos el sentido de esa experiencia. Tengo la sensación de flotar en la compleja corriente de la experiencia. Tengo la posibilidad fascinante de intentar comprender su complejidad siempre cambiante”.

Una persona con estas características no está libre de tropezarse con problemas, pero seguro que será más capaz de afrontarlos y verlo todo con perspectiva. No podemos controlar lo que nos ocurre, pero sí podemos manejar lo que hacemos con lo que nos ocurre.

Si hemos logrado alcanzar de manera razonable estos cuatro puntos, podemos decir que la terapia ha sido un éxito.

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